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Ciencias de la Salud

Desafiar al deterioro de las funciones cognitivas superiores en la tercera edad

Equipo de Expertos en Ciencias de la Salud

Es usual que se asocie a la vejez con la pérdida progresiva de varias de nuestras funciones cognitivas. Los fallos en la memoria, las dificultades para abordar lecturas y los obstáculos para emprender tareas cotidianas son algunos de los miedos más frecuentes. Aunque este declive es muy común, es posible desafiarlo realizando tareas que permitan la conservación de estas funciones.

¿Para qué sirven las funciones cognitivas?

Las funciones cognitivas nos permiten realizar múltiples actividades que son parte de nuestro día a día. Desde las más sencillas y cotidianas como prepararnos un café, leer las noticias del periódico, o realizar una llamada telefónica, hasta tareas más complejas como realizar una exposición en el trabajo o elaborar ejercicios matemáticos, todas requieren de estos procesos

¿Cuáles son las funciones cognitivas superiores?

Para poder interactuar con el mundo, nos son imprescindibles las funciones cognitivas. Estas se clasifican en: funciones básicas y funciones superiores. Las básicas son las primeras que se ejecutan, estas dan paso a las complejas: funciones ejecutivas, lenguaje y praxias.

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A continuación nos centraremos en las funciones cognitivas superiores. De acuerdo a Bauermeister (2008), las funciones ejecutivas son las que permiten alcanzar metas; por tanto, son aquellas que permiten a los individuos realizar actividades de organización, razonamiento, revisión y planificación

Las praxias son los movimientos ordenados que nos permiten alcanzar diferentes objetivos, son aquellas que nos dejan realizar acciones motores. Por su parte, es el lenguaje el que permite codificar y decodificar información; en este intervienen diversos procesos importantes: expresión, comprensión, escritura, fluidez y lectura. 

¿Es posible desafiar al deterioro de estas funciones?

De acuerdo a varios autores, el deterioro cognitivo suele empezar a los 60 años; no obstante, muchos también acuerdan en que este se sitúa a partir de los 75 años de edad. De acuerdo a Salthouse (2010), este afecta a los procesos de razonamiento o manipulación de lo familiar o abstracto

Sin embargo, la respuesta a la pregunta inicial es ‘sí’. Pues, todo lo dicho en el párrafo anterior, puede estar supeditado a hábitos, factores biológicos, psicológicos y ambientales. Algunos de estos son: 

  • Realización de actividad física frecuente.
  • El no consumo de tabaco.
  • Participación en actividades sociales y de interacción.
  • El respeto a las horas de sueño.

La Maestría Oficial en Gerontología y Atención Centrada en la Persona de la Universidad Internacional de Valencia forma a profesionales capaces de brindar la asesoría necesaria para enfrentar estos desafíos. A través de lo aprendido en este programa, los participantes contribuyen a la promoción de la autonomía en el adulto mayor, a través del desarrollo de actividades que mejoran su calidad y expectativa de vida. Estas son algunas propuestas:

  • Trabajar la motricidad fina y la caligrafía: ayuda a contrarrestar el Alzheimer y el Parkinson.
  • Ejercitar la atención a través de juegos de mesa y actividades que estimulen la orientación.
  • Actividades sensoriales: el reconocimiento de sonidos, melodías y la práctica  de la escucha.
  • Lectura y escritura: formas de mantener activo el razonamiento y de ejercitar la memoria.
  • Actividades artísticas y realización de manualidades: permiten liberar tensiones y combatir el estrés.

Mantener las funciones cognitivas superiores activas en la tercera edad es una tarea que requiere de ejercicio. Pero, con dedicación y disciplina, puede alcanzarse el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las personas adultas mayores.

 

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