Investigación fragilidad en adultos mayores header
Investigación VIU

Un novedoso estudio encabezado por investigadores de VIU señala la influencia de factores tempranos de la vida en el riesgo de fragilidad en adultos mayores

 

La fragilidad, especialmente en la población de personas mayores, es un problema de salud pública significativo. En una revisión sistemática reciente, la prevalencia de fragilidad en adultos mayores en 62 países y territorios fue de hasta un 24%, según el modelo de definición utilizado. Las personas que presentan fragilidad tienen un mayor riesgo de discapacidad física, caídas, fracturas, hospitalizaciones, institucionalización y muerte.

Por ello resulta fundamental desarrollar intervenciones, tratamientos y abordajes destinados no solo a mejorar la calidad de vida de quienes ya padecen fragilidad, sino sobre todo a prevenir su aparición. En este sentido es que se desarrolla el novedoso estudio publicado por un equipo internacional de investigadores, encabezado por el alumni de la Maestría Oficial de Epidemiología y Salud Pública de VIU, Antonio Barrera Salvador, en cuyo TFM se basó la investigación y el artículo publicado; y el docente e investigador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad, Dr. Juan Pablo Rey Lopez.

Titulado Understanding the Causes of Frailty Using a Life-Course Perspective: A Systematic Review la investigación ha sido publicada en la revista Healthcare, y según explican Barrera y Rey, su novedad radica en que a pesar de que “ninguna revisión de la literatura ha examinado la influencia de factores tempranos de la vida (infancia, adolescencia y adultos de mediana edad) y riesgo de fragilidad. Para ello, se revisaron estudios de cohorte que evaluaron las asociaciones de factores de riesgo con el estado de fragilidad con un seguimiento de al menos de diez años, así como estudios con un diseño retrospectivo, ya que aportaban información sobre sobre los factores de riesgo en las primeras etapas de la vida”.

Esta innovación en la perspectiva es de vital importancia, ya que está bien establecido que una perspectiva de curso de vida, ofrece un enfoque más adecuado y completo para comprender cómo emergen los procesos de envejecimiento y sus consecuencias durante la vida; y en consecuencia permite establecer pautas de intervención más tempranas y efectivas para prevenir la fragilidad en las etapas más tardías de la vida de las personas.

Image
Grupo de personas mayores con problemas de movilidad

La fragilidad impacta negativamente sobre la movilidad de las personas mayores

En este sentido, los investigadores de VIU explican que “En el desarrollo de este estudio se han podido identificar numerosos factores de riesgo que podrían estar asociados con la fragilidad. Sin embargo, se ha encontrado evidencia de que mantener un peso normal o saludable en la edad adulta, ser físicamente activo, no fumar tabaco, abstenerse de alimentos y bebidas ultraprocesados y evitar el consumo excesivo de alcohol puede disminuir el riesgo de fragilidad varias décadas después”. 

Además, indican “Se ha evidenciado una fuerte asociación entre la actividad física y un menor riesgo futuro de fragilidad. Por otra parte, el consumo de frutas y verduras, así como un bajo consumo de bebidas azucaradas o edulcoradas artificialmente también se asociaron a un menor riesgo de fragilidad futura. Por lo tanto, parece evidente que una dieta saludable y la actividad física son dos factores que juegan un papel primordial en el desarrollo de fragilidad en la vejez. En apoyo a esto, encontramos que la obesidad, la diabetes, riesgo cardiovascular y marcadores inflamatorios en sangre se asociaron a un mayor riesgo de fragilidad en un futuro”.

Otro de los factores de riesgo descubiertos por la investigación, son los marcadores socioeconómicos, que como exponen Barrera y Rey “están compuestos por una serie de determinantes como son la posición económica, ingresos, nivel educativo, situación laboral u ocupación y origen étnico”. Estos, por normal general, indican que “los individuos con un nivel socioeconómico bajo suelen vivir en zonas más deprimidas y presentan una prevalencia de conductas relacionadas con la salud más desfavorables y que conllevan una mayor mortalidad y morbilidad”. Por ello, enfatizan, es esencial “apostar por políticas que disminuyan la desigualdad económica, debemos esperar mejoras notables en la salud de las poblaciones”, ya que “atenuar las inequidades (desigualdades injustas) en la salud es fundamentalmente un problema político y no médico”.

Image
Un grupo de personas de diferentes edades practicando estiramientos

Mantenerse activo físicamente y practicar algún tipo de deporte o ejercicio es de suma importancia para prevenir la fragilidad en la etapa de adultez mayor

Aunque el estudio centra su análisis en la influencia de evitar factores de riesgo y adoptar hábitos ‘protectores’ en etapas tempranas y medianas de la vida, esto no significa que, a partir de cierta edad, estos dejen de ser valiosos, tal como explican los autores “Mantener hábitos de vida saludables es fundamental a cualquier edad, incluso en las personas mayores. La adopción de hábitos saludables produce beneficios inmediatos como un aumento de la autoestima y la seguridad, fomentando su autonomía y mejorando el rendimiento cognitivo. Por lo tanto, nunca es demasiado tarde para adoptar hábitos saludables”. Sin embargo, insisten, “uno de los principales mensajes de nuestro trabajo es que es fundamental promover hábitos de vida saludables desde las edades más tempranas de la vida ya que, a tenor de los resultados de este estudio se puede disminuir el riesgo de fragilidad en la vejez repercutiendo en una mayor longevidad y calidad de vida”.

En este sentido, ambos investigadores están de acuerdo en señalar que la principal conclusión de su estudio es que “mantener un corazón sano a medida que crecemos puede disminuir el riesgo de fragilidad varias décadas después” y que esto se consigue “conservando un peso saludable en la edad infantil, adolescencia y época adulta, manteniéndose físicamente activo siempre, no fumando tabaco, y evitando el consumo de ultra-procesados y el consumo excesivo de alcohol”.

Finalmente, respecto a la implementación práctica de los resultados del estudio, más allá de los cambios en hábitos de vida que se puedan realizar a nivel individual, Barrera y Rey señalan que “El hecho de conocer los factores de riesgo alejados en el tiempo asociados a la fragilidad, debe permitir establecer medidas de acción preventivas con el objetivo de reducir los costes asociados a un envejecimiento poco saludable, como son los costes económicos para los sistemas de salud, impactos negativos para la economía familiar, y daños emocionales para los pacientes enfermos y sus cuidadores”.      

Emilio Vivallo VIU
Emilio Vivallo-Ehijo

Equipo de Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia.