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Un crimen esclarecido - El método inductivo

Equipo de Expertos en Jurídico

La Criminalística al ser la ciencia que investiga los delitos es una ciencia empírica basada en el “método”, que exige al buen investigador a la hora de descubrir un crimen, además de conocimientos amplios de “Policía Científica”, disponer de una “Inteligencia Lógico Matemática”[1] y una “Psicología Criminal”.

Estos tres elementos interaccionados adecuadamente y un constante interés por la resolución objetiva del delito, condicionan el éxito de la investigación, entendida como tal el descubrimiento de la verdad histórica del hecho acaecido.

El crimen es un acto humano y por lo general muy complejo, cuya investigación requiere del manejo simultáneo de múltiples variables. Unas aportadas por “Policía Científica” como ciencia teleológica, que entre otras cosas, abarca la búsqueda, localización, recogida y análisis e informe pericial de los distintos indicios probatorios, principalmente materiales (biológicos y no biológicos).

Un adecuado uso de la “Inteligencia Lógico Matemática”, aplicada a la investigación de delitos, nos permite reconocer y predecir las conexiones causales entre las cosas que pasan, a través de los elementos aportados por la policía científica, en busca de evidencias psicológicas extraídas de la escena del delito, de su víctima, y del autor, partiendo de la concepción del psicólogo norteamericano Howard Gardner[2],

Si nos referimos al homicidio, en su versión más grave asesinato, se inicia la investigación normalmente por la inspección ocular, entendida como “el conjunto de observaciones, comprobaciones y operaciones técnico policiales que se realizan en el lugar del hecho a efectos de su investigación”[3].

De la Inspección Ocular se extraen los elementos indiciarios, que pueden ser: materiales (evidencias físicas) y testimoniales (declaración de los testigos). Además la escena del crimen podrá aportar ciertas características del criminal, en base a la conducta realizada durante la ejecución.

Los datos extraídos en la inspección ocular contribuyen a la obtención de indicios, que a su vez, junto con las características de la víctima, aportan los perfiles psicológicos de los autores del delito. Al respecto cabe citar dos modelos:

  1. El del FBI norteamericano, sobre los perfiles psicológicos de los autores del delito, que estructuran la escena del crimen en dos grandes tipologías “Crímenes Organizados” y “Crímenes Desorganizados”[4].
  2. Modelo inglés de David Canter (Investigative Psychology). Tiene en común algunas caraterísticas con el modelo del FBI, pero contextualiza la información recogida dentro de las teorías y principios psicológicos y el conocimiento empírico.[5]

Al concluir la Inspección Ocular arranca el proceso de investigación que puede ser deductivo, inductivo y analógico. Es el momento en que se inicia el análisis y coordinación (lógica-matemática) de todas las variables, conformando la pesquisa o investigación propiamente dicha, a través de los indicios extraídos en la inspección ocular y las deducciones aportadas por la psicología práctica.

Una nueva herramienta de investigación para determinados casos, es la proporcionada por la telefonía móvil, indican cuándo y dónde estaba determinado dispositivo electrónico de transmisión. Hoy día permite la ubicación de la víctima y de sus autores.

En las investigaciones sobre violaciones a varias menores en Madrid, los datos facilitados por las compañías de telefonía móvil sitúan al supuesto pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ángel Ortiz, de 44 años, en los lugares en los que fueron capturadas y liberadas las cuatro niñas que sufrieron abusos sexuales[6]. Incluso, la ausencia de señal del móvil puede ser un indicio probatorio más. De hecho, la Policía en el juicio alegó que ante las noticias de prensa, de que se estaba intentando identificar al violador a través de la localización por las antenas de telefonía móvil, el supuesto autor apagó el terminal con las dos últimas víctimas para no ser localizado, precisamente en los momentos de consumación de los delitos.

Vamos a exponer, a continuación un caso real, no ficticio, que nos sirve de ejemplo de aplicación del “Método Inductivo en la investigación de delitos”.

El método inductivo consiste básicamente en la obtención de una hipótesis con unos mínimos datos iniciales que contribuyen al esclarecimiento del hecho o de alguna circunstancia importante acaecida en la ejecución del delito. Establecida la hipótesis se procede a su comprobación empírica, que determinará el acierto o fracaso de la misma.

Los datos o elementos obtenidos presentan unos indicadores, que la experiencia unida a una adecuada interpretación de evidencias forenses y del comportamiento, conducirán acertadamente al esclarecimiento del crimen. Sin olvidar, la necesidad de obtener indicios probatorios que corroboren la hipótesis formulada. Ya que una investigación no consiste en mostrar, sino en “demostrar” lo ocurrido.

El suceso fue un hecho acecido en la Comarca de la Ribera Alta de Valencia, donde se esclareció un horripilante crimen gracias a la intuición del investigador.

Al entrar en su casa de campo un hombre vio como dos hombres agredían a su mujer, él, al defenderla e impedir el robo, también sufrió lesiones. Este hombre avisó a la Policía del asesinato de su esposa, que yacía junto a la cama víctima de fuertes golpes en zonas vitales. Toda la casa se encontraba revuelta, puertas de armarios y cajones se hallaban abiertos y esparcido restos de sus contenidos. Los signos externos apuntaban a robo con homicidio.

Durante la inspección ocular se le preguntó al marido qué había pasado y éste manifestó lo expuesto, mientras mostraba unos chichones en su cabeza (hematomas) producidos por un objeto contundente y arañazos en ambos brazos, causados, según él, por los dos ladrones en el forcejeo.

A la pregunta ¿por dónde huyeron?, el dueño de la casa dijo que “a través de una de las ventanas, que se encontraba abierta”, ya que se trataba de una planta baja, aunque era suficientemente ancha y alta para permitir el paso de una persona, había una botella de cristal de agua sobre el alféizar. Esta respuesta fue la clave de que las sospechas policiales se dirigieran sobre el marido de la víctima, ya que difícilmente dos personas huyendo de un crimen al saltar por la ventana no hubieran tirado la botella.

Mientras efectuaba sus declaraciones el dueño de la casa, se observaron las lesiones de éste, sobre todo la correspondiente a los arañazos en los brazos, que no asemejaban en nada a lesiones producidas por las uñas.

La hipotética imposibilidad de huida sin tirar la botella que permanecía sobre la ventana y la etiología de las heridas, distinta en principio a lo manifestado, hizo que el inspector responsable de la investigación, centrara su hipótesis sobre lo ocurrido, en principio, en que lo hechos narrados carecían de veracidad.

Posteriormente, las lesiones en los antebrazos señaladas por el sospechoso como producidas en el forcejeo y causadas por las uñas, fueron diagnosticadas por el Médico Forense, atendiendo a su morfología, que no se trataban de lesiones ungueales sino causadas por un instrumento metálico con múltiples elementos incisivos, posiblemente un rayador de pan. También los golpes en la cabeza presentaban un perfil etiológico autocausados.

Junto con estos indicadores surgieron otros como que el perro no había ladrado, cuando según sus vecinos era muy escandaloso ante la aproximación a la casa de cualquier extraño.

Ante un posible asesinato a su propia cónyuge se realizó un exhaustivo registro apareciendo un rayador de pan con restos epiteliales recientes del marido, que había ocultado en un cobertizo junto a la vivienda.

Ante estas evidencias terminó confesando el crimen. Había matado a su mujer antes de ir al trabajo y había preparado la escena del delito como si de un robo se tratase, esperando que lo descubriera la empleada del hogar a su llegada. Pero ésta no pudo ir por enfermedad, por lo que el autor al llegar a su casa tras terminar la jornada laboral, modificó el planteamiento, arañándose los brazos con el rayador de pan y golpeándose con un palo la cabeza, dando dicha versión, y preparando previamente la escena del crimen simulando un robo, antes de la llegada de la Policía.

Con la urgencia en la planificación simuladora del asesinato, no previó el criminal que le preguntaran sobre la huida de los inventados delincuentes. Esto, sin duda, fue el inicio de la hipótesis inductiva, clave del esclarecimiento de este delito.

https://youtu.be/VhcbCOIv76M

Profesor Juan Vicente Luis Turégano

Profesor Experto y Colaborador Máster en Criminología: Delincuencia y Victimología (VIU)

Referencias:
[1] Sensibilidad para realizar esquemas y relaciones lógicas, afirmaciones, proposiciones, funciones y otras abstracciones relacionadas. (Howard Gardner)

[2] HOWARD GARDNER (nacido en EEUU en 1943) es psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard. Obtuvo en el 2011 el Premio Príncipe de Asturias, por sus estudios sobre las capacidades cognitivas del ser humano y en particular “La Teoría de las Inteligencias Múltiples”.

[3] ANTÓN BARBERÁ, F y LUIS TURÉGANO, J.V. Policía Científica. II Volumen. 5ª Edición. Tirant Lo Blanch. Valencia (España), 2012.

[4] Modelo propuesto por: HAZELWOOD, R.R. & DOUGLAS, J.E., (1980). “The lust murderer”. FBI Law Enforcement, Bulletin, 49 (4), 1 – 5.

[5] SORIA VERDE, M.A., y  SÁIZ ROCA, D. Psicología Criminal. Perason Educación, S.A. Madrid (España). 2006

[6] http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/10/21/madrid/1477039802_420376.html