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Expertos VIU | Dr. Augusto Delkáder Palacios “La migración puede considerarse un vector de desarrollo tanto de las sociedades de origen como de las sociedades de destino de la migración”

Clara Castillejo

Este 18 de diciembre se conmemora el Día Internacional del Migrante, una efeméride creada por la Asamblea General de Las Naciones Unidas el 4 de diciembre de 2000, con el fin de difundir información sobre los derechos humanos y libertades fundamentales de los migrantes, el resultado de sus experiencias y nuevas medidas que pueden implementarse para protegerlos.

Desde el comienzo de la pandemia, la situación vivida por las personas migrantes, o personas en movimiento, ha empeorado notablemente: desde la aplicación de políticas más restrictivas por parte de los gobiernos de los países de destino, hasta el crecimiento de corrientes ideológicas xenófobas y racistas, impulsadas por partidos populistas que buscan capitalizar el descontento generado por el empeoramiento de la situación económica. Para aclarar conceptos y conocer una visión experta respecto a la realidad de las poblaciones migrantes, nos pusimos en contacto con el Dr. Augusto Delkáder Palacios, doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, experto en migraciones, seguridad y desarrollo  y docente del Pregrado en Relaciones Internacionales y la Maestría en Política Exterior de la Universidad Internacional de Valencia. El doctor Delkáder ha trabajado en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), en el Congreso de los Diputados, en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y como investigador en el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed).  

De un tiempo a esta parte, en Europa han resurgido, y cada vez con menos vergüenza, discursos abiertamente xenófobos que buscan en la inmigración el chivo expiatorio de todos los males ¿Qué se puede hacer para evitar volver a errores del pasado y contrarrestar este tipo de argumentación?

En Europa, los discursos en torno a la cuestión migratoria han logrado asociar este fenómeno a problemas como el desempleo, la inseguridad, el terrorismo o la sustitución cultural del cristianismo por el islam. Partiendo de las evidencias, es preciso desmontar estos marcos narrativos, desconectando el hecho migratorio de esa miríada de amenazas y enfatizando sus numerosos aspectos positivos.

A nivel de la importancia de los migrantes para nuestras economías ¿Qué podemos aprender de la experiencia británica post Brexit?

Es indudable que las personas en movimiento contribuyen positivamente a la economía. La migración puede considerarse un vector de desarrollo tanto de las sociedades de origen como de las sociedades de destino de la migración. Como señalan algunos estudios recientes, en muchos países en desarrollo las remesas superan a otros flujos financieros como la Inversión Extranjera Directa o la Ayuda Oficial al Desarrollo. También en los países de destino (a menudo pertenecientes al sur global), la migración tiene un impacto positivo en la economía, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativo, siendo un factor dinamizador de las relaciones económicas.

El caso del Brexit resulta paradigmático para explicar cómo las políticas anti-inmigración derivan en crisis de abastecimiento y en déficit de mano de obra, cualificada y no cualificada. Los ciudadanos europeos necesitan ahora un visado para trabajar en el Reino Unido. Muchas industrias se han visto afectadas, destacando los servicios, la construcción y la alimentación y especialmente el transporte y la logística, con la consecuente ralentización y encarecimiento de la cadena de suministros.

¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrenta un migrante en Europa en la actualidad?

El régimen migratorio europeo es ciertamente excluyente, pero sobre todo es selectivo a la hora de admitir a la población migrante. Por un lado, se ofrece integración y apertura al extranjero con recursos económicos y alta cualificación profesional que provenga de culturas homologables y asimilables. Por otro, se ofrece exclusión y cierre al extranjero sin recursos económicos y baja cualificación profesional que provenga de culturas no homologables ni asimilables. Para este colectivo la “oferta” consiste, en primer lugar, en evitar que vengan al territorio europeo mediante el control de fronteras y, en segundo lugar, si ya se encuentran en Europa, en trabas administrativas, racismo institucional y deportaciones.

¿Qué podemos hacer, tanto a nivel individual, como a nivel colectivo, para facilitar la integración de la población migrante en nuestras comunidades?

Existen numerosas redes ciudadanas de apoyo a los colectivos de población migrante muy asentadas y arraigadas en el territorio. Estas redes dan soporte en multitud de asuntos: asesoramiento legal, apoyo para la inserción sociolaboral, sensibilización sobre las problemáticas de la población migrante, etc. Esto fomenta la capacidad de agencia de las personas en movimiento y, de este modo, su integración. Las tareas de sensibilización para impulsar reformas políticas y legales son especialmente relevantes. Todo ello contribuye a transformar los factores estructurales del régimen migratorio.

¿Cómo ha afectado la pandemia a las poblaciones migrantes, a los movimientos migratorios y a la actitud de las sociedades de acogida hacia estos?

El aumento de las restricciones a la movilidad durante los meses más críticos de la pandemia tuvo como resultado una disminución relativa de los flujos migratorios. Esto vino provocado por los cierres de fronteras aéreas, terrestres y marítimas de la gran mayoría de los países. Sin embargo, los flujos de migración irregular en algunas geografías aumentaron por el empeoramiento de las condiciones económicas a causa de la pandemia.

La pandemia, por tanto, ha servido de pretexto para el auge de políticas y discursos anti-globalistas, nacionalistas y proteccionistas. En ese marco, ha facilitado el impulso de políticas de control migratorio y de discursos anti-inmigración. Esto fue visible desde el inicio otorgando nacionalidad a la cepa, cuando la Administración Trump habló de “virus chino”, con el consecuente crecimiento de la xenofobia hacia la población de este país. En etapas posteriores, el establecimiento de vetos a la movilidad procedente de aquellos países con peores datos epidemiológicos ha contribuido a estigmatizar a la población de dichos países. El último ejemplo es el de Sudáfrica y la variante ómicron.

Clara Castillejo
Clara Castillejo

Equipo de Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia.