Helena Aparicio VIU
Expertos VIU

Expertas VIU | Violencia contra las mujeres: Retos actuales y qué hacer para seguir avanzando en su erradicación

Hoy 25 de noviembre se celebra el Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer, una efeméride que nos recuerda que a pesar de que se han producido avances esperanzadores durante los últimos diez años en este tema, aún queda mucho camino por recorrer. Se han ganado derechos, se han visibilizado situaciones y formas de violencia hasta ahora ignoradas y se ha progresado en el terreno legal, pero también ha surgido una virulenta reacción antiderechos, muchas veces alimentada por discursos de odio y negacionistas, que tienen graves consecuencias en el día a día de la población femenina a nivel mundial. Según cifras de un informe elaborado por UNODC y ONU Mujeres, una de cada tres mujeres se ve afectada por algún tipo de violencia de género a lo largo de su vida, y cada 11 minutos una mujer o niña muere asesinada por un familiar. De hecho, el mismo informe indica que del total de mujeres y niñas asesinadas durante 2021, en alrededor del 56 % (45.000 de 81.000) fueron parejas íntimas u otros miembros de la familia quienes les arrebataron la vida. Esto lleva a que los organismos autores del informe afirmen que “la violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de derechos humanos más generalizada en todo el mundo”.

Ante datos tan escalofriantes, es imprescindible entender todas las aristas del problema y, sobre todo, tomar acción, tanto desde lo individual como desde el colectivo, para hacer frente a esta lacra. Por ello, hemos querido que nuestra experta, Helena Aparicio Sanmartín nos explique las facetas menos conocidas o visibles de la violencia contra las mujeres, las amenazas actuales, y qué podemos hacer para prevenirlas. Aparicio es licenciada en Derecho, Máster en Derecho y Violencia de género, profesora de educación secundaria y educadora en Casa de acogida de mujeres, hijas e hijos, víctimas de violencia de género y exclusión social. Imparte docencia en la Maestría Oficial en Intervención Interdisciplinar en Violencia de Género de VIU.

 

Aunque en años recientes se ha avanzado bastante a nivel de discurso público y de medidas legales en temas de violencias contra la mujer, aún queda mucho por hacer ¿Cuáles dirías que son las problemáticas más urgentes que hay que abordar en este campo?

En la actualidad, la mayor problemática que se plantea es la percepción y la incidencia que tiene la violencia machista en la adolescencia y la juventud.

Según el último el Barómetro Juventud y Género 2021 elaborado por la Fundación FAD Juventud, dos de cada diez chicas adolescentes reconocen haber sido forzadas a mantener una relación no deseada con alguna pareja y uno de cada cinco varones de entre 15 y 29 años cree que la violencia de género no existe y que es un “invento ideológico”.

Además,  según el informe No es amor de Save the Children (que analiza las políticas, estudios y datos existentes en España sobre violencia de género en la adolescencia) alerta de las graves consecuencias de la violencia psicológica y de control que sufren una de cada cuatro adolescentes de 16 y 17 años.

Según los datos recogidos por la Macroencuesta de Violencia de Género del Ministerio de Igualdad (2019) el 6,2% de las adolescentes de 16 y 17 años han sufrido violencia física por parte de parejas o exparejas, el 6,5% violencia sexual, el 16,7% violencia emocional y el 24,9% violencia psicológica o de control.

Así, la normalización de la violencia machista y la repetición de roles sexistas se siguen manteniendo y, cuando las adolescentes sufren alguna violencia de tipo machista, encuentran barreras para acceder a servicios de atención integral que aúnen tanto la perspectiva de infancia como la de género.

Ante esta realidad, se hace imprescindible adoptar medidas, en concreto, en el ámbito educativo por ser uno de los pilares fundamentales de la prevención, ya que cuando se pone en marcha el aparato judicial, el hecho ya ha sucedido, el daño ya se ha causado, y la acción protectora y preventiva de los poderes públicos ha fracasado. Por tanto, es necesario reflexionar y establecer las medidas necesarias para sensibilizar, orientar, formar y educar a toda la sociedad, para prevenir la violencia de género mediante la puesta en práctica de la coeducación.

Como suele ser el caso con el progreso y el cambio social, existe una parte de la sociedad que ha reaccionado con extrema virulencia frente a los avances sociales en materia de los derechos de las mujeres, especialmente en redes, pero también en la ‘vida real’ (caso de pinchazos, manadas, etc.) ¿Qué se debe hacer para defender los avances conseguidos y los que aún faltan por conseguir, frente a este tipo de reacción regresiva?

Para lograr defender los avances conseguidos y hacer frente a este tipo de reacciones regresivas, es necesario actuar desde la educación. Plantear y poner en práctica medidas y actuaciones en todas las etapas educativas, involucrando a toda la comunidad educativa, puesto que resulta imprescindible que la juventud de hoy, protagonista de la sociedad del mañana, comprenda, conozca e identifique la violencia machista y que se convierta en protagonista del logro de una sociedad libre de violencia contra la mujer. 

Para ello, es fundamental fomentar y desarrollar el pensamiento crítico ante el sexismo y que los centros educativos trabajen en este sentido, pero también, es muy importante la implicación de las familias y de la sociedad.

De tal manera, es necesario implicar a los poderes públicos para que trabajen coeducativamente, no sólo en la cultura, sino también, en las normas de comportamiento, en las relaciones interpersonales etc. En definitiva, se trata de un trabajo coeducativo y de colaboración de todos los sectores sociales, políticos, económicos y culturales.

Una parte importante de la opinión pública solo entiende como violencia la agresión física o verbal, pero sabemos que la violencia hacia la mujer puede tomar muchas formas ¿Nos puedes explicar algunas de estas manifestaciones más desconocidas o de las que igual somos menos conscientes?

Las manifestaciones más desconocidas o de las que igual no somos tan conscientes y que están íntimamente relacionadas con la violencia psicológica son: la violencia ambiental, la violencia social, la violencia simbólica, la violencia económica y la violencia a través de las TIC.

La violencia ambiental hace alusión a cualquier acto que destruya o infrinja algún daño en el entorno de la mujer. Algunos ejemplos son: romper, quemar o tirar objetos personales de la mujer, golpear paredes, e incluso, conducir de forma temeraria con la finalidad de someter asustar y tener el control de la mujer. Es una de las manifestaciones que más desapercibida pasa, ya que se justifica y le resta importancia, por su cotidianidad.

La violencia social consiste en alejar a la víctima de su entorno cercano con la finalidad de aislarla del mismo y crear en ella una dependencia emocional. Suele manifestarse mediante el enfado del agresor si su pareja visita o recibe visitas de su familia y/o amistades, el contacto de la mujer con su entorno más cercano, amistades y familia y, menospreciando y desprestigiando, a su entorno personal.

La violencia simbólica es un concepto que fue acuñado por Pierre Bourdieu en la década de 70 y se utiliza para describir una relación donde el agresor ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contra de la mujer y de la cual la mujer no es consciente.

Consiste en cualquier tipo de violencia de carácter sutil, que tiene como finalidad, perpetuar la supremacía y la desigualdad. Algunos ejemplos los encontramos en los medios de comunicación, en revistas, programas, videojuegos y hasta en caricaturas, en las que las mujeres son exhibidas para atraer al espectador. En la calle, mediante carteles que promocionan ropa, comida etc., y, en algunos casos, los carteles vienen acompañados de mensajes con doble sentido. En el lenguaje, algunos refranes y frases de uso corriente perpetúan estereotipos de género: “lloras como niña”, “pareces vieja”, “calladita estás más guapa”.

La violencia económica tiene como objetivo final el control sobre la mujer y dificultar el acceso de esta a los recursos económicos, disminuyendo su capacidad para mantenerse a sí misma, sus hijos e hijas y sus hábitos y modos de vida previos, haciéndola dependiente. Así, la Macroencuesta (2019) de la Delegación del Gobierno Contra La Violencia de Género, revela que el 11,5% de las mujeres mayores de 16 años han sufrido violencia económica, siendo la situación más común impedir que la mujer decida sobre la economía familiar, o incluso, realizar compras de manera unilateral.

La violencia a través de las TIC se acentúa más en la etapa adolescente. Los niños y niñas ven una oportunidad en las redes sociales de destacar, de mostrarse tal y como son, sus hobbies, sus gustos, etc., a través de la creación de perfiles públicos o semipúblicos, con la finalidad de encontrar aceptación e integración, sobre todo, con el grupo de iguales. Esto es debido a que la adolescencia es la etapa vital en la que se muestra una creciente necesidad de construcción de la identidad propia y diferenciada.

Cabe destacar que las RRSS no producen la violencia por sí solas, sino que reproducen las realidades sociales.

La violencia a través de las TIC, puede manifestarse, en forma de ciberacoso, que consiste en un patrón repetido de amenazas, vejaciones, humillaciones, calumnias, insultos e incluso intrusión no deseada en las cuentas de RRSS y otras cuentas telemáticas. También, en el sexting, que consiste en la difusión de cualquier documento (fotografías, vídeos, etc.) de contenido sexual de la víctima sin el consentimiento de la misma, con el objetivo de causarle daño y humillarla públicamente. Y el grooming, que consiste en el acercamiento mediante el engaño de un adulto a menores con el fin de obtener fotos y/o vídeos de contenido sexual.

Oye a Helena Aparicio explicar algunos de los principales mitos acerca de la violencia hacia las mujeres

También existe la idea bastante generalizada, de que los actos de violencia hacia la mujer son perpetrados por individuos ‘malos’ o ‘perturbados’, individualizando el problema y despojándolo de su faceta estructural (el clásico ejemplo de ‘not all men’) ¿Nos puedes explicar la importancia de lo sistémico y lo estructural en la perpetuación y naturalización de estas violencias y cómo nos afecta tanto a mujeres como a hombres?

La violencia machista es estructural como así lo afirmaba la Asamblea General de Naciones Unidas 48/104, de 20 de diciembre de 1993, que estableció que tras la violencia de género y su brutal realidad se halla un sistema cultural tradicional, que legitima la discriminación de la mujer en todos sus ámbitos vitales y, por tanto, a su dominación. Dicho sistema cultural e ideológico es el patriarcado.

Hasta ahora, se ha tenido la idea de que el patriarcado era lo normal y natural, justificación que bastaba para decir que no se debía cambiar, y mucho menos eliminar, permitiendo que la violencia se justificara y se considerada como algo “normal”.

El hecho de que durante miles de años no se haya dudado ni se haya podido cambiar, quiere decir que es un sistema que está arraigado en lo más profundo de todas las sociedades.

De hecho, el sistema patriarcal no solo dice a las mujeres cómo deben ser, qué hacer y cómo estar, también construye el género de los hombres, que deben estar interesados en las cuestiones y debates sociales, políticos y culturales del entorno y del mundo exterior a la familia.

Por ello, también les atribuye tendencias “naturales” como por ejemplo ser agresivo para ajustarse al modelo de género masculino dominante instaurado, lo que, a su vez, les permite justificar y normalizar cualquier tipo de comportamiento inadecuado.

El sistema ideológico patriarcal naturaliza de este modo las conductas típicas asignadas a hombres y mujeres, con lo que queda sólidamente establecido un sistema de división social del trabajo y de asignación roles sociales diferenciados. Y esta asignación diferencial, es la base sobre la que se construye la desvalorización de las mujeres, su exclusión, su discriminación y, en definitiva, se asienta la desigualdad en el trato, en derechos y en responsabilidades. Por todo ello, estamos ante un problema estructural.

¿Cuáles crees que son algunos de los mitos más frecuentes en torno a la violencia hacia las mujeres y niñas? (denuncias falsas, presunción de culpabilidad de los hombres, etc.)

Existen diferentes mitos que perpetúan la violencia machista. Algunos de los más extendidos son: los mitos sobre la marginalidad y el contexto socioeconómico, sobre la actuación y personalidad de las mujeres víctimas, los del amor romántico y las denuncias falsas.

En cuanto a los mitos sobre la marginalidad y el contexto socioeconómico, estos actúan perpetuando la falsa creencia de que este tipo de violencia se da, de manera aislada en familias sin recursos económicos, en el seno de familias desestructuradas o en personas extranjeras y de países subdesarrollados. En relación a los mitos sobre la actuación y personalidad de las mujeres víctimas, sigue existiendo la falsa creencia de que la responsabilidad de sufrir o no violencia corresponde a las mujeres. Esto es, se culpa a la mujer, por un lado, de atraer esa violencia porque “se lo ha buscado” o “se lo merece” y, por otro lado, de consentir dicha violencia porque “no ha hecho nada para evitarla” o “tan mal no estará cuando sigue con él”.

Los mitos del amor romántico definidos por Yela (2003) son un conjunto de creencias que la sociedad comparte sobre el verdadero significado del amor que se sustenta en una serie de estereotipos que naturalizan los celos, el control, el sacrificio, la posesión y la sumisión como una muestra de amor. Todos ellos educan los afectos y fomentan conductas de abuso y dominación. Estas creencias llevan a la idea de que por amor se debe hacer cualquier sacrificio y que el amor lo puede todo.

Y con el mito de las denuncias falsas, se trata de convencer a parte de la población que la perspectiva de género, las leyes y las condenas por violencia de género, solo pretenden beneficiar a las mujeres, en detrimento de los hombres con la finalidad de obtener beneficios económicos, en cuanto a la custodia de hijos e hijas.

Algunos de estos mitos son más fáciles de rebatir mediante estadísticas (como es el caso de las denuncias falsas) pero otros en cambio, son más difíciles por el constante bombardeo del discurso posmachista o neomachista que perpetra en todos los ámbitos y se dirige a toda la sociedad, especialmente a la juventud.

Por ello, resulta imprescindible que la juventud de hoy, protagonista de la sociedad del mañana, comprenda, conozca e identifique la violencia machista, reconozca las primeras señales y que se convierta en protagonista del logro de una sociedad libre de violencia contra la mujer.

Para ello, es necesario que apoyen a quienes la sufren, que rechacen actitudes y estereotipos que la promuevan o la justifiquen y, que actúen en sus relaciones interpersonales desde la certeza de que la igualdad entre mujeres y hombres y el respeto por la dignidad, son imprescindibles para su convivencia pacífica en sociedad.

En definitiva, es necesario sensibilizar y adoptar medidas de prevención y concienciación con el objetivo prioritario de ayudar a detectar tempranamente las primeras señales.

Emilio Vivallo VIU
Emilio Vivallo-Ehijo

Equipo de Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia.