
Dr. Joaquín Mateu: la importancia de las estrategias de evaluación temprana en el consumo de sustancias en adolescentes
El Dr. Joaquín Mateu Mollá es un apasionado del saber. Ya sea ejerciendo de psicólogo (es doctor en Psicología Clínica y de la Salud), investigando (es IP y miembro de varios grupos de investigación de VIU), divulgando (es autor de numerosos artículos, tanto en revistas científicas como en medios generalistas), explorando nuevas áreas de conocimiento (es Doctorando en Inmunonutrición en VIU) o formando (es director del Máster en Gerontología y ACP de VIU). Precisamente, respecto a esta última faceta, la de formador le planteamos la siguiente entrevista. Aprovechando su participación en el curso de postgrado online "Prevención con menores consumidores de sustancias con comorbilidad psiquiátrica", le pedimos que nos explicara en qué consiste la sesión que va a impartir y qué papel juega la evaluación y el cribado en una casuística como la que aborda la formación.
El curso forma parte de las acciones impulsadas desde la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia y es coordinado por el Dr. Víctor José Villanueva-Blasco, director del Máster Universitario en Prevención en Drogodependencias y otras Conductas Adictivas de VIU, e IP del grupo de investigación GI-SAPS de la Universidad. Está financiado por la Dirección General de Salud Mental y Adicciones de la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana.
Participas en el curso online de "Prevención con menores consumidores de sustancias con comorbilidad psiquiátrica" impartiendo la sesión “Evaluación del consumo de sustancias y de la comorbilidad psiquiátrica” ¿Nos puedes explicar en qué consiste?
La sesión es la segunda del curso (impulsado por la Facultad de Ciencias de la Salud y coordinado por Dr. Víctor José Villanueva Blasco, quien es director del Máster Universitario en Prevención de Drogodependencias y otras Conductas Adictivas de la Universidad Internacional de Valencia), y la imparto con el Dr. Joan Mestre. En este encuentro hemos abordado las distintas estrategias de las que disponemos los profesionales para aproximarnos a los problemas de los adolescentes respecto al consumo de sustancias legales (tabaco/alcohol) e ilegales (estimulantes, depresores, alucinógenos, etc.); así como a cualesquiera dificultades psíquicas, conductuales y sociales que con frecuencia se asocian con él. Para este fin hemos profundizado en las conocidas pruebas de cribado o de screening, que permiten medir de manera rápida (aunque algo genérica) conductas que representan indicios de consumo dañino, y las que abundan en las situaciones de riesgo que a menudo dificultan la intervención con el paciente. En este último caso nos centramos (de entre las muchas opciones posibles) en las ideas suicidas y los síntomas psicóticos relacionados con el consumo, así como también en la potencial tendencia a actuar de forma agresiva-impulsiva ante la frustración. Por otra parte, nos detuvimos en las diferentes entrevistas semiestructuradas que se usan en el ámbito clínico para diagnosticar trastornos por uso de sustancias en adolescentes y en los manuales sobre las que se construyen (como el DSM, en sus actualizaciones periódicas a lo largo del tiempo). Para acabar, también presentamos otras estrategias que buscan explorar la historia de consumo y el consumo actual, como la Timeline Follow-Back, o los autorregistros en los que los menores y sus padres pueden informar a los profesionales.
La combinación de estas estrategias permite a los profesionales del área evaluar en profundidad el uso de sustancias desde una perspectiva histórica y molecular, amparándose en las evidencias científicas para construir programas multimodales eficaces y sensibles a las necesidades de cada caso. Además, el uso de las nuevas tecnologías (computarización del proceso de evaluación, uso de aplicaciones móviles como registro conductual, etc.) puede facilitar mucho las cosas. Puede decirse, en resumen, que esta acción formativa (financiada por la Dirección General de Salud Mental y Adicciones de la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana) puede ser muy útil para los profesionales que buscan fortalecer sus conocimientos.

El Dr. Joaquín Mateu Mollá
¿Cuál es el rol y la importancia de este tipo de evaluación?
Las evaluaciones que se han presentado durante el curso son el resultado de investigaciones de miles de expertos en todo el mundo que, a partir de los conocimientos acumulados sobre cómo se inician y se mantienen los trastornos por uso de sustancias, elaboran y validan instrumentos fiables para que otros profesionales puedan explorar si un adolescente presenta un consumo de riesgo para su salud o para el bienestar de los demás. Gracias a ellas podemos conocer en detalle el uso de sustancias para cada uno de los pacientes y proponer las medidas de prevención o los módulos terapéuticos más oportunos para cada caso, evitando así las generalidades (que no se adaptan a la realidad única que caracteriza al ser humano). También permite ser sensibles a toda diversidad sociocultural, garantizando un proceso equitativo y libre de sesgos.
Por otra parte, el uso generalizado de estas tecnologías de evaluación posibilita identificar estos problemas en fases tempranas del desarrollo, de modo que puedan diseñarse estrategias en un punto donde las expectativas de éxito son mayores a las que encontramos en personas adultas. También permiten describir sistemáticamente las características del entorno en el que el menor despliega su cotidianidad para estudiar ventanas de oportunidad que involucren a la comunidad, a los progenitores y a los docentes bajo el paraguas de objetivos comunes (como evitar el inicio del consumo, lograr la abstinencia en el caso de los ya consumidores, etc.). En definitiva, su uso adecuado permite obtener una imagen nítida tanto del adolescente como de sus circunstancias. Esta imagen puede servir de mapa para orientar acciones preventivas y/o terapéuticas, esto es, para desvelar un horizonte hacia el cual encaminar los pasos que daremos en consulta.
¿Puedes explicarnos el papel y la importancia de una formación cómo esta?
Es una formación dirigida a los profesionales que trabajan con menores y que puede servir para sensibilizar sobre la importancia de tener en cuenta uno de los grandes problemas que atenazan a nuestra sociedad: el uso creciente de sustancias por parte de personas cuyo sistema nervioso se encuentra en pleno proceso de desarrollo. A través de estos encuentros se ofrece información actualizada y científicamente contrastada sobre cómo pueden valorar de manera objetiva y libre de estigmas esta situación en los adolescentes que acuden a las consultas, habida cuenta de que los buenos profesionales atesoran el potencial de cambiar vidas con su trabajo. Como el avance en este campo del conocimiento es trepidante, también permiten actualizar y reflexionar sobre las prácticas que cuentan con mayor evidencia y discutir sobre las que se encuentran próximas a disponer de ella. También fomentan actitudes críticas y enriquecen el bagaje teórico y práctico que se necesita para comprender una realidad tan compleja y poliédrica.

¿Cómo podemos, sin ser profesionales de la salud mental, detectar signos o conductas que pueden indicar un problema de adicción en una persona de nuestro entorno (especialmente en adolescentes)?
Los trastornos por dependencia de sustancias pueden generar cambios dramáticos en la manera en la que el adolescente tendía a relacionarse consigo mismo y con los demás en contextos como el hogar o el instituto. En este sentido, lo más común es que en primer lugar el consumo se limite a los fines de semana en grupo, lo que conocemos como consumo recreativo, pero que después evolucione hasta extenderse a muchos más días incluso en soledad. A medida que se asienta en la vida del menor, se aprecia cómo todas aquellas cosas que en un pasado relativamente cercano atraían su interés empiezan a quedar relegadas al segundo plano de importancia, y que otras (a veces ocultas a los ojos de los padres y figuras de autoridad) conquistan terreno insidiosamente. Como resultado, puede irrumpir una fractura en las relaciones familiares y un franco declive en el rendimiento académico, siendo estos los primeros indicios de que algo no funciona bien.
Puede darse también la circunstancia de que el menor invierta mucho tiempo fuera de casa, con amigos o pares. Sus actitudes pueden experimentar también una profunda transformación, por lo que las respuestas a todo intento de saber más por parte de los progenitores se tintan de una oposición evidente. Esto puede llevar a los padres a una situación de desconcierto. La ocultación del consumo hace que en ocasiones este se detecte cuando ya se evidencian dificultades como el síndrome de abstinencia o la tolerancia, así como gastos económicos difícilmente explicables en el menor, que habrá de invertir grandes cantidades de tiempo y otros recursos para conseguir la sustancia y para recuperarse de su efecto. La tendencia a desdeñar o minimizar la importancia de la situación es también común, lo cual entorpece los esfuerzos por convencer al adolescente de la necesidad de buscar ayuda profesional. En definitiva, se distingue un progresivo cambio en actitudes y metas que se va instaurando al ritmo de conflictos familiares crecientes. El abandono de lo que antaño fue significativo y su sustitución por otros hábitos velados deliberadamente a los ojos de otros es común, así como las respuestas en apariencia exageradas de enfado ante los intentos de los padres por reducir la incertidumbre que les angustia.
Hay que tener en consideración que en ocasiones el patrón que se observa no es como este, de hecho, pudiera parecer que el menor simplemente se encuentra triste o abatido. Es importante tener en consideración que el consumo mantenido de sustancias incrementa el riesgo de lo que suele conocerse como síntomas internalizantes (depresión, ansiedad, etc.) y externalizantes (los problemas de conducta), siendo los segundos más evidentes que los primeros. La atención hacia cuestiones sutiles, como un estado de ánimo apático o una inquietud persistente, también suele ser clave en situaciones como las que nos ocupan. Por supuesto, una irrupción súbita de ideación autolítica o síntomas psicóticos (experiencias perceptivas anómalas, suspicacia en las relaciones sociales, etc.) es especialmente grave y debe servirnos como una advertencia de la urgencia de contactar con un profesional de la salud mental (que proveerá intervenciones eficaces, como la terapia cognitivo-conductal o la psicofarmacología en caso de necesidad).

¿Qué debemos hacer ante esa sospecha?
Si bien es importante conocer qué debemos hacer al sospechar que un adolescente se enfrenta a un consumo de sustancias que perjudica severamente su salud, es prioritario tener constancia de qué podemos hacer como padres antes de alcanzar este punto. Cada vez existe más evidencia del papel de los padres como modelos de conducta para sus hijos, por lo que sus posibles hábitos de uso de sustancias (sobre todo cuando el estilo de crianza es excesivamente laxo o autoritario) se relaciona directamente con la probabilidad de que estos decidan consumir cuando surja algún intento persuasorio. La supervisión estrecha de lo que el menor hace fuera de su hogar, sin caer en el hostigamiento ni tampoco en la vigilancia asfixiante, es un arte que merece la pena cultivar. Interesarse genuinamente por todo cuanto motiva a los hijos, indagar en las particularidades del grupo de amigos o conocer los lugares que frecuentan son asimismo dinámicas positivas cuando se construyen desde el respeto a las libertades y la privacidad; y en más de una ocasión permitirá identificar con un margen de tiempo suficiente la llegada de desafíos sociales que requerirán la presencia orientadora de los tutores o los padres.
Hablar con apertura sobre los retos que la vida impondrá (primeros encuentros sexuales, efectos de las sustancias sobre el cuerpo y la mente, etc.) brindará al menor una oportunidad para tomar decisiones mucho más informadas al llegar el momento, y también hará explicita la posición no permisiva de la familia hacia cualquier práctica que entrañe peligros físicos y/o psicosociales (así como un muro defensivo ante determinados contenidos perniciosos accesibles a través de las redes sociales o internet). La implantación orgánica de esta dinámica de comunicación requiere que las familias inviertan tiempo de calidad para conversar en el día a día, que desarrollen estilos asertivos en el proceso de resolución de problemas y que decidan democráticamente sobre los asuntos cotidianos que pudieran afectar a todos. Vivir bajo el yugo de las amenazas y del miedo, o en el otro extremo, de la sobreprotección y del cuestionamiento de la libertad, conduce a que estos esfuerzos se perciban como una imposición y no se instauren permanentemente en la vida familiar. Si este fuera el caso, podría ser importante buscar ayuda profesional para indagar en nuevas formas de relacionarse en las que la confianza sea el eje vertebral.
En el caso de estar enfrentándonos a una situación avanzada de consumo de sustancias, durante la que se han erosionado profundamente los vínculos afectivos, es posible que la ayuda de algún especialista (que esboce el diagnóstico de toda la situación y articule una intervención a medida) sea totalmente necesaria. Adoptar esta decisión lo más pronto posible es también fundamental, pues el tiempo transcurrido desde el inicio del consumo es una variable asociada a dificultades durante el tratamiento.




