Medidas de frecuencia en epidemiología
Ciencias de la Salud

Medidas de frecuencia en epidemiología, esenciales para combatir estas urgencias sanitarias

Las medidas de frecuencia en epidemiología tienen una importancia capital en nuestros días. Gracias a ellas, conocemos el porcentaje de afectación social que provoca una enfermedad. A su vez, estos valores permiten a las autoridades tomar las decisiones adecuadas para proteger a la población.

Además, estos parámetros ofrecen información de valor sobre incapacidad y siniestralidad laboral. Así, los organismos responsables pueden implantar normas eficaces de prevención, seguridad en el trabajo e, incluso, rehabilitación de los empleados. No obstante, como cualquier medición, esta debe expresarse en unos índices y conceptos.

La razón, la proporción, la tasa y el riesgo, índices útiles para las medidas de frecuencia epidemiológica

Los índices son, justamente, los que nos dan a conocer la situación de una epidemia, es decir, la incidencia que está teniendo o ha tenido en la sociedad. Gracias a ellos, establecemos los parámetros o conceptos que nos permiten aplicar las soluciones adecuadas para combatirla con base científica.

Tanto si eres un profesional de esta disciplina como si estudias un máster en epidemiología y quieres realizar ejercicios de medidas de frecuencia en epidemiología, debes conocer estos índices.

El más importante de ellos es la llamada frecuencia absoluta o, dicho en otras palabras, el número total de casos que hay de la enfermedad. También es el índice más sencillo, aunque resulta eficaz para adoptar medidas sanitarias y sociales. Por ejemplo, ayuda a saber qué cantidad de recursos deben asignarse para frenar y erradicar una epidemia. Asimismo, recibe el nombre de conteo y funciona especialmente bien en situaciones de enfermedades raras. En estas, muchas veces basta con conocer el número de afectados para establecer las citadas medidas sanitarias oportunas.

Lo verás mejor con un ejemplo simple. Imagina que hay un brote de neumonía meningocócica. Si sabemos que, normalmente, el número de casos es cero, y encontramos seis, ya apreciamos la gravedad de problema y estaremos en disposición de aplicar los protocolos necesarios para solucionarlo.

Sin embargo, desde el punto de vista de la investigación, la frecuencia absoluta es poco útil. Esto se debe a que no permite hacer más comparaciones. Por ejemplo, en la reciente epidemia de COVID-19, el número absoluto de afectados no se pudo comparar con otras situaciones parecidas, ya que nunca las hubo. Por tal razón, hay otros índices para calcular la frecuencia de la enfermedad y crear comparaciones para realizar una correcta vigilancia epidemiológica.

La Razón, la proporción y la tasa, básicos en los ejercicios de medidas de frecuencia en epidemiología

Existen tres índices fundamentales a la hora de calcular la frecuencia epidemiológica:

  • La razón.
  • La proporción.
  • La tasa.

La razón es un cociente en el que el numerador no se incluye en el denominador. El rango que presenta va de cero a infinito. También la proporción es un cociente, pero, a diferencia del anterior, en esta el numerador sí está incluido en el denominador, y oscila entre cero y uno (entre cero y cien si se expresa porcentualmente). Este índice se usa, además, para conocer la probabilidad de que ocurra un suceso.

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Máster Universitario en Epidemiología y Salud Pública - ES

 

Por su parte, la tasa es diferente porque incluye la variable tiempo. Al introducir esta, sirve para mostrar la velocidad con que una epidemia se propaga. Concretamente, en el numerador figura la cantidad de veces que lo ha hecho en un periodo determinado. No obstante, en el denominador aparece el número de personas y el tiempo que han estado en riesgo de sufrir la epidemia.

Precisamente, el riesgo es otro concepto imprescindible para los cálculos que nos ocupan. Mide la posibilidad de desarrollar una enfermedad y se diferencia de la tasa en que esta última se refiere a todo un grupo, mientras que el primero se centra en el individuo.

Asimismo, el riesgo se expresa con un numerador donde aparece el número total de casos y un denominador en que figura la cantidad de personas susceptibles de padecer la enfermedad al inicio del periodo de estudio. Como resultado, da una cifra siempre inferior a cero o entre cero y cien, si se expresa en porcentaje.

Con todo, todos estos índices nos permiten establecer los conceptos adecuados para evaluar el estado de una epidemia y tomar las decisiones oportunas. A continuación, te explicamos estos conceptos.

La incidencia y la prevalencia

Cada vez existen más recursos para estudiar epidemiología, lo que nos da la facilidad de conocer la frecuencia con que una enfermedad aparece en la población y en qué medida la afecta. Sin duda, un aspecto básico para la salud pública. En las mediciones de frecuencia epidemiológica se usan dos conceptos, que son la incidencia y la prevalencia. Esta última mide la proporción de personas que tiene la dolencia en un momento determinado. Por tanto, no tiene en cuenta el factor tiempo y, debido a ello, no permite saber qué va a ocurrir. Su rango, en línea con lo que te indicábamos anteriormente, oscila entre cero y uno (o entre cero y cien, si se expresa en porcentaje).

La prevalencia se calcula dividiendo el total de individuos entre el número de afectados. Por ejemplo, si en una comunidad de cien personas hay seis enfermas a uno de enero, la prevalencia sería del 6 %. Ahora bien, se trata de un concepto estático. No sabemos en cuánto tiempo la han contraído, solo que la sufren en esa fecha.

Por su parte, la incidencia es un concepto distinto y más complejo. Nos indica el número de casos nuevos de una enfermedad en un colectivo durante un periodo de tiempo. Además, puede ser de dos tipos:

  • Incidencia acumulada (IA).
  • Densidad de incidencia (DI).

La primera es resultado de una división. En el dividendo se pone el número de casos nuevos de una enfermedad que surgen en un plazo de tiempo y en el divisor el total de la población en riesgo al principio de ese periodo. El resultado de este cálculo nos sirve para conocer la probabilidad que tiene un individuo de desarrollar la enfermedad en cuestión durante un plazo de tiempo concreto.

Por otra parte, la incidencia se basa en la llamada cohorte fija. Este término significa que el periodo de observación es idéntico para todos los sujetos, aunque estos no siempre son los mismos. Algunos, por ejemplo, pueden morir por causas ajenas a la epidemia. Esto obligaría a que ese tiempo de observación fuera distinto para cada individuo, lo que se denomina como cohorte dinámica. Justamente, para solucionar este problema de variabilidad, se usa la densidad de incidencia.

Esta se conoce también como tasa de incidencia e, igualmente, se calcula mediante una división. El dividendo es idéntico al de la IA, pero cambia el divisor, que se compone de la suma de los tiempos que ha estado cada individuo en riesgo de padecer la enfermedad.

El resultado es una tasa que indica el potencial instantáneo de cambios en el estado de la epidemia en relación con las personas susceptibles de padecerla. En otras palabras, nos ofrece un dato colectivo: la velocidad a la que una población sana puede ir contrayendo la enfermedad.

Así pues, incidencia y prevalencia están ligadas de forma estrecha. Esto se aprecia, sobre todo, en epidemias donde la densidad de incidencia cambia poco. Es decir, se muestra relativamente estable. La prevalencia, que incorpora los casos antiguos, es mayor siempre que esa incidencia sea constante y que la enfermedad tenga larga duración.

Por otra parte, la incidencia es más fiable. De hecho, cuando cambia la prevalencia, el profesional especializado debe mostrarse alerta y fijarse en si esa modificación está originada por una variación en los casos nuevos o, por el contrario, han mejorado los tratamientos y la curación se produce más rápidamente. En consecuencia, la respuesta de los departamentos de salud pública tiene que ser distinta en función de los parámetros que observe.

En líneas generales, podríamos decir que la incidencia es más útil para estudiar la etiología de la enfermedad epidémica (origen y causas de la patología). En cambio, la prevalencia es mejor para determinar los recursos que deben asignarse para luchar contra esa epidemia.

Clases de estudios epidemiológicos

Como ves, la medición de epidemias es fundamental para la salud colectiva. Esta disciplina es la que vigila la aparición de esas enfermedades y define las pautas para combatirlas. Además, nos permite realizar otros tipos de estudios epidemiológicos que resultan muy útiles para prevenirlas. Los más importantes son:

  • Estudio de cohortes. Parte de un grupo con exposición a un agente patógeno y se le compara con otro no expuesto. Así, se ve la incidencia de aquel en el desarrollo de la enfermedad. Una variante es el estudio de casos y controles, que, en sentido inverso, permite descubrir al patógeno causante.
  • Estudios transversales. Se centran en un grupo concreto expuesto para estudiar la prevalencia de la enfermedad en él.
  • Estudios ecológicos. Investigan el impacto de una epidemia en un espacio geográfico concreto.

En conclusión, las medidas de frecuencia en epidemiología son esenciales para combatir las epidemias. Si quieres dedicarte a su estudio, en la Universidad Internacional de Valencia (VIU) te proporcionaremos la formación adecuada para convertirte en un experto, así como ejercicios resueltos de medidas de frecuencia en epidemiología para que veas tus progresos.

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