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Ciencias de la Salud

Ser optimista, ¿es bueno para la salud?

Equipo de Expertos en Ciencias de la Salud

En los últimos años, la Psicología ha ampliado su campo de estudio para incorporar en la investigación variables relacionadas con el bienestar. Este interés renovado por el bienestar y sus variables asociadas permiten avanzar en la definición de los mecanismos que definen una buena vida y que nos protegen de desarrollar problemas de salud mental y física. Sin duda, incorporar en la investigación variables como la resiliencia, la gratitud o el optimismo amplía los horizontes de la comprensión del funcionamiento humano.

Una de las variables de bienestar más estudiadas es el optimismo, entendido como la capacidad de pensar de manera positiva sobre el futuro, actuar de forma que esos resultados positivos sean más probables y confiar en que los esfuerzos que se realicen valgan la pena.  El optimismo es uno de los rasgos de personalidad más vinculados al bienestar psicológico. El optimismo está asociado a numerosos beneficios, como mejor estado de ánimo, mayor perseverancia ante las dificultades y mayor consecución de logros. Pero, sus efectos beneficiosos más van allá de lo psicológico. Numerosos estudios se han centrado en mostrar la influencia del optimismo en la salud física. Tradicionalmente, la investigación se había enfocado en investigar la relación entre emociones negativas y el sistema nervioso, endocrino e inmunológico. Por ejemplo, existe una gran evidencia que muestra como la ansiedad está relacionada con el desarrollo de problemas cardiovasculares, musculares o gastrointestinales. Sin embargo, poco se ha sabido sobre el papel protector de emociones positivas o rasgos disposicionales como el optimismo en el desarrollo o recuperación de estas condiciones físicas.

¿Puede el optimismo proteger al organismo frente a los problemas de salud? En los últimos veinte años encontramos algunas evidencias que destacan la función protectora del optimismo en algunos problemas de salud. Por ejemplo, el equipo de Sheldon Cohen y Sarah Pressman mostraron en el 2005 que sujetos con un estilo emocional más positivo presentaban menor riesgo de contraer catarro que aquellos con estilo emocional negativo. Este estudio fue paradigmático por su calidad en el diseño y por su repercusión en el mundo sanitario. Sin embargo, existen otras muchas evidencias que relacionan el estilo cognitivo optimista con una mejor salud. Por ejemplo, se ha encontrado que un estilo explicativo optimista de la realidad reduce el riesgo de muerte por enfermedad coronaria diez años después o que el uso del humor se asocia negativamente con el estrés en diferentes estadios del cáncer de mama. Algunos estudios han relacionado el optimismo con factores de protección a la hora de hacer frente a la enfermedad y está asociado a una mayor esperanza de vida. Además, algunos estudios destacan el papel del optimismo no solo como protector ante el desarrollo de un problema médico, sino como facilitador de la recuperación de diversas enfermedades. Por ejemplo, las personas que presentan mayor nivel de optimismo tienen mayor probabilidad de recuperarse de un problema de salud como un ataque cardíaco o una fractura de cadera. En relación a enfermedades graves, son conocidos los estudios realizados por el equipo de Carver y Antoni en 2004 con pacientes con cáncer, donde encontraron que el optimismo se relacionaba con un estado de ánimo más positivo, mejor calidad de vida durante la enfermedad, menor malestar somático, e incluso, mayor longevidad.

El afecto positivo y el optimismo parecen tener una influencia sobre la resistencia a la enfermedad y la mejora de la salud, pero ¿cuál es el mecanismo detrás de esta relación entre optimismo y salud? La investigación ha encontrado distintas vías de acción. De manera directa, el optimismo se ha relacionado con mayor respuesta inmune y una mejora de la respuesta de carotenoides antioxidantes. De manera indirecta, el optimismo favorece la realización de conductas saludables y la puesta en marcha de estrategias para afrontar el estrés y los problemas de salud, lo que favorece la recuperación. Por ejemplo, las personas optimistas tienden a cuidar más los hábitos de alimentación, de descanso y tienden a realizar más deporte.

Aunque la mayoría de los estudios apuntan que el optimismo está relacionado con menor morbilidad, mejor calidad de vida y funcionamiento y mayor supervivencia, algunos estudios han encontrado que no siempre un mayor optimismo está relacionado con mejores resultados de salud, especialmente en personas con enfermedades graves. Este hallazgo puede explicarse por el hecho de que las personas más optimistas que padecen enfermedades graves a veces pueden tender a subestimar el número de síntomas y a hacer pronósticos excesivamente positivos en relación a su evolución o recuperación. Eso puede llevarles a una menor adherencia a las prescripciones médicas y a un menor compromiso con la puesta en marcha de hábitos saludables. Por ello, es importante seguir investigando bajo qué condiciones y en qué grado el optimismo puede ser más o menos beneficioso. En cualquier caso, es importante destacar que la promoción de bienestar puede tener un importante efecto en la salud y, por tanto, cultivar el optimismo puede ser una meta beneficiosa cuando tratamos de incrementar el bienestar físico y mental de las personas.

Para conocer más sobre este tema, te animamos a visualizar el siguiente vídeo sobre optimismo: https://www.ted.com/talks/tali_sharot_the_optimism_bias#t-894746

 

Covadonga Chaves

Colaborador Docente del Máster en Terapias Psicológicas de Tercera Generación de la Universidad Internacional de Valencia