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Ciencias de la Salud

La importancia de la nutrición en las personas infectadas por el VIH

Equipo de Expertos en Ciencias de la Salud

Según las cifras oficiales más recientes1 (acceso al informe), hasta el 30 de junio de 2.016, España presentaba una tasa ajustada de nuevas infecciones por VIH de 9,44 por cada 100.000 habitantes, contabilizándose un total 39.350 casos desde 2003. En relación al SIDA, desde el inicio de esta epidemia, se han notificado un total de 85.720 casos que, tras alcanzar la cifra más alta en la década de los 90, han descendido progresivamente desde 1.996 hasta 2.015.

Además de las conocidas consecuencias inmunológicas de esta infección, que han sido controladas a través del desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas (HAART), y que la han convertido en una enfermedad crónica con mayor esperanza y calidad de vida, existe una sólida evidencia científica acerca de las consecuencias sobre el efecto en el estado nutricional de los sujetos infectados2-5.

Destaca la desnutrición proteico-calórica (wasting) con pérdida de masa magra (músculo principalmente), grasa y micronutrientes; que fue el problema más común antes del desarrollo del HAART, que conllevaba una supervivencia y calidad de vida menores2 y que se relacionaba con disminución de la ingesta calórica, lesión intestinal con malabsorción de nutrientes y/o aumento de las demandas metabólicas por las infecciones activas3. El éxito del HAART permitió que las personas seropositivas pudieran tener una esperanza de vida similar a la de la población general4. Sin embargo, muchos pacientes tratados con este sistema desarrollan otras alteraciones nutricionales, donde destacan los cambios en la distribución de la grasa corporal, dislipidemia y resistencia a la insulina, aunque sin pérdida de masa magra. Estas alteraciones se han agrupado en lo que se conoce como síndrome de lipodistrofia asociada al VIH5.

Más información sobre la situación actual de estos pacientes y el abordaje terapéutico en materia de cuidados, la puede encontrar en estos vídeo, vídeo, vídeo.

Una de las estrategias que se ha mostrado más eficaz en el tratamiento y prevención de estas alteraciones nutricionales y metabólicas, es la educación nutricional y, aunque algo discutida, la prescripción de suplementos alimenticios (útil en países donde es difícil cubrir las necesidades de micronutrientes)4,6.

Todas las recomendaciones emitidas por distintos organismos6, pivotan siempre sobre la necesidad de seguir una dieta sana y equilibrada, prestando especial atención a cubrir las necesidades calóricas (es común la falta de apetito que puede desembocar en malnutrición y caquexia) y a la ingesta de un mínimo de 0.8 a 1 gr. de proteína por kilogramo de peso, para prevenir la pérdida de masa magra.

Se recomienda una dieta en la que las kilocalorías totales sean aportadas por los macronutrientes de la siguiente manera: 45-50% de carbohidratos, 15-20% de proteínas y 30-35% de grasas.

Estos porcentajes se pueden cubrir incorporando en todas las comidas un cantidad (ad libitum) de verduras y/o tubérculos (boniato, berenjena, calabacín...), una fuente de proteína de calidad (de origen animal y, en caso de veganos, mezclando siempre una legumbre y un cereal) y grasas saludables (aceite de oliva o de coco virgen extra, lácteos enteros, huevos...). Las frutas, dado su alto contenido en micronutrientes, también deben formar parte de la alimentación diaria de estos sujetos (con dos piezas al día es suficiente, especialmente en casos de resistencia insulínica o diabetes).

Algo más de detalle sobre estas recomendaciones lo pueden encontrar en este vídeo.

Además, una reciente revisión7, ha evidenciado que la actividad física tiene efectos positivos sobre la adiposidad, la depresión y el contaje de linfocitos CD4.

Como siempre, la correcta alimentación y un régimen adecuado de actividad física se muestran como la mejor herramienta para mantener la salud y, en caso de perderla, para recuperarla.

¿Cuándo conseguiremos que este mensaje cale en toda la población?

 

Guillermo Molina Recio

Doctor en Biomedicina por la Universidad de Córdoba

Profesor del Máster de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia