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Artes y Humanidades

El mito de San Gregorio y el canto gregoriano

Equipo de Expertos en Artes y Humanidades

Acabamos de celebrar el día 3 de septiembre a san Gregorio Magno. Muchos misterios rodean a este personaje y a su relación con el canto gregoriano.  A finales del s. IX el papa Juan VIII ordenó a Juan Diácono la compilación de una Vita Gregorii Magni. Antes en la segunda mitad del siglo VIII Pablo Warnefrido escribía su S. Gregorii magni vita. Nació en Roma ca. 540. Entre los años 572 y 574 el emperador Justino II le nombró prefecto de la ciudad. Manifestada su vocación monástica adoptó la regla benedictina y convirtió su residencia particular, el palacio del Monte Celio, en un monasterio  aunque no por ello pudo renunciar a su nombramiento en 579 como apocrisiarius (nuncio) de Constantinopla. Regresa como consejero del papa Pelagio II a quien sucedería el año 590 hasta su muerte en 604.

 

¿Por qué le atribuimos la composición del repertorio? ¿Por qué nos servimos de su nombre para el canto? ¿Cuál fue su labor? Juan Diácono toma partido en algunas partes de la biografía presentando indudables débitos musicales al papa romano: compilador de un antifonario y creador de la Schola Cantorum. Uno de los más antiguos testimonios que poseemos que recopila los cantos del solista aunque sin notación musical, el Cantatorium de Monza (ss. VIII-IX), copia este prólogo en el fol. 2 de este lujoso libro escrito con letras de oro y plata:

 

            Gregorius praesul meritis et nomine dignus unde genus ducit su[m]mu[m] conscendit honorem qui renovans monum[en]ta patru[m]q[ue] priorum tu[m] composuit hunc libellu[m] musicae artis  scolae cantorum.

            (El prelado Gregorio, se elevó al honor supremo, del cual es digno por sus méritos como por su nacimiento, restauró la heredad de los Antiguos Padres, compuso para la Schola Cantorum esta colección del arte musical.)

 

Las menciones a la Schola Cantorum y a la composición de un libellum con música bastaron a otros para justificarle. Este prólogo, el Gregorius præsul, fue durante siglos la prueba de la labor compositiva del papa.

 

En la Vita Gregorii Magni de Juan adivinamos una influencia inglesa, la de un monje ingles de Withby, nombre y lugar evocados siglos más tarde por Bram Stocker en su “Drácula”. Y es que conocemos una tradición documentada en las islas a partir de la misión realizada en Inglaterra por Agustín en 597, a instancias del propio Gregorio, hechos narrados por el monje inglés Beda, donde se informa de que varios cantores llegaron desde Roma: prueba de los lazos de unión entre Roma e Inglaterra.

 

Y la iconografía en la que aparece el papa es llamativa. En un libro escrito entre los años 980 y 1011 en el monasterio de san Galo (Suiza), el Antifonario de Hartker (San Galo, mss. 390-391) aparece una miniatura en el folio 13r que muestra al Espíritu en forma de paloma, el copista sobre su atril y al papa Gregorio en actitud dictante.

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            La fuerza de este testimonio iconográfico, las anotaciones referidas al papel musical de Gregorio en la Vita de Juan, los prólogos de los libros y los testimonios anglosajones propician que pronto se extienda la leyenda del papa como compositor de las melodías. Coincidirá con la progresiva implantación de un nuevo repertorio y una nueva liturgia por deseo de Pipino y de su hijo Carlomagno. El término Canto Gregoriano ha sido consagrado después por la tradición. En una carta del papa León IV (847-855) se alude a los Gregoriana carmina  y en el s. IX Amalario de Metz en su Liber officialis (ca. 823) habla del "autor del misal, llamado Gregoriano, y del antifonario".