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Educación

La innovación en España se desangra

Equipo de Expertos en Comunicación

El informe 2017 de la Fundación Cotec sobre innovación coloca a España a la cola europea en inversión I+D. Los datos muestran que los recortes acumulados desde 2010 han sido muy superiores a los anunciados. Esto se debe a que a la reducción de las cantidades consignadas en los presupuestos, se han unido unos decrecientes niveles de ejecución presupuestaria, que en 2016 han llegado a su nivel mínimo histórico. VÍDEO PRESENTACIÓN INFORME COTEC 2017 EN JUNIO 2017: Esta tendencia es además una particularidad de España. Mientras el conjunto de la UE invierte hoy un 25% más en I+D que antes del inicio de la crisis económica, nuestra economía invierte un 10% menos. España es, según se comenta en el informe, una excepción en Europa y forma parte del grupo de los cuatro únicos países que todavía no han recuperado los niveles de inversión de 2008. En el documento también se señala la falta de inversión en I+D por parte de las grandes empresas españolas. En 2015, las compañías españolas ejecutaron el 52,5 % del gasto total en I+D. Es uno de los menores porcentajes de participación empresarial en Europa, cuyo promedio en 2015 es del 63,3 %. Gasto%2FPIB (1)

El análisis de Cotec también apunta a un fallo en el esquema de incentivos fiscales a la I+D+i. Aunque es reconocido como uno de los más ventajosos de la UE, no ofrece facilidad ni garantías de aplicación suficientes para inducir el comportamiento innovador, especialmente en las pymes. La compra pública innovadora, en el que las instituciones públicas emplean su capacidad de compra para favorecer a empresas con ideas innovadoras, tampoco ha alcanzado una aplicación suficiente entre las administraciones. Otras tendencias que se consolidan son la concentración del gasto en un número cada vez menor de empresas y la baja participación del sector financiero (en particular el sector bancario) en la financiación de este gasto. La educación es otro de los problemas a los que se puede enfrentar España si quiere ser competitiva en un ámbito internacional donde la innovación es clave. En este país, aunque la práctica totalidad de los alumnos recibe al menos 13 años de escolarización –desde los 3 a los 16 años de edad– la proporción de población con niveles educativos intermedios es excepcionalmente reducida en términos internacionales. Así, mientras que en la UE más del 45 % de la población entre 25 y 34 años ha completado la educación secundaria obligatoria, en España dicha cifra es solamente del 24,5 %. En lo que se refiere al panorama laboral en I+D, el número de investigadores por cada mil ocupados en España es de 6,8, inferior al 7,9 de la media europea. Como sucede con el esfuerzo en I+D, también se está alejando de este promedio en los últimos años. La diferencia respecto a Europa se debe sobre todo al menor peso de los investigadores en las empresas, 2,4 por cada mil ocupados, frente a 3,8 del promedio europeo. En cambio, el peso de los investigadores en las administraciones públicas en España, 1,1 por cada mil ocupados, es superior al promedio de la UE-28 (0,9). En la enseñanza superior, España, con 3,1, está por encima de países como Alemania (2,4), Francia (2,7) o Italia (2,0).

La ciencia como prioridad Las crisis económicas suelen tener dos efectos inmediatos sobre la infravalorada ciencia. El primero, muy conocido por desgracia, son los recortes, porque la ciencia es uno de esos sectores que gobierno tras gobierno consideran las marías de la economía, que adornan y dan esplendor en tiempos de bonanza, pero son incapaces de contribuir a las grandes tendencias del empleo y el crecimiento, y son por tanto invisibles para la lupa cerril de la macroeconomía. Este es un error en el que no incurren las primeras potencias científicas, que no solo saben que la ciencia es una actividad estratégica que requiere continuidad, sino también que la estructura industrial de un país depende de la apuesta que hagan sus poderes públicos por la investigación y el desarrollo. Pero, como estas cosas tardan más de una legislatura en dar sus frutos, resulta un blanco ideal para la miopía política. Y el segundo efecto es empezar a exigir más resultados aplicables a corto plazo y olvidarse de la ciencia básica porque es menos “productiva” y más costosa. Más investigación aplicada y menos básica. Más ingeniería y menos filosofía, y los genios, que se vayan a Harvard diría nuestra clase política. A nadie se le oculta que gracias a esa ciencia básica podemos estar hoy en día en estos niveles de adelanto y progreso científico. La ciencia española necesita de paciencia y de apoyo en el tiempo para seguir construyendo el futuro y no quedarnos atrás. El conocimiento y la industria avanzarán si no se recorta a ciegas ni se exige resultados a trancas y barrancas.

Antonio Romero es profesor en el Máster en Comunicación Social de la Investigación Científica INFORME COTEC 2017